Ay, cómo ronca mi abuela,
el cuarto va a derrumbar con sus ronquidos y,
bueno, no tiene para cuándo parar;
a ser sueño, mi desvelo creo que no va a regresar.
Me dormiré acá en el suelo lejos de su resoplar
pero por más que me alejó no lo dejo de escuchar.
Ricardo Yáñez